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miércoles, 13 de octubre de 2010

Berlín (i)

Hace días estaba casi seguro de que esta entrada versaría sobre la importancia de Berlín como símbolo histórico de la nueva y orgullosa Alemania unificada. Casi seguro, sólo podía evitarlo si sucedía lo que hoy ha sucedido. Hoy no, no puedo desde las calles de Berlín escribir desde esa perspectiva. Quizás mañana sí.

No puedo porque me han impactado tanto estas escasas 48 horas de visita que necesito sacar todo esto de la cabeza. Y no sé cómo arrancar. 
Porque con todo lo que han pasado es lógico pensar que en Berlín abundan los descreídos, los olvidadizos. Los que no guardan rencor. Es lógico pensar que sea el sitio a donde acuden aquellos que no tienen otro sitio al que acudir, el lugar a donde uno va a cambiar de sentido sin, necesariamente, tener que cambiar de dirección. Y no sólo es lógico, se puede palpar ese ambiente en la propia ciudad, la ciudad donde deshacer, donde destruirse.

Berlín es la ciudad de Heráclito, de Nietzsche. Aquí no existe reconstrucción porque no existe normalidad que volver a forjar. Aquí sólo hay destrucción.

Berlín te invita a seguir viviendo y experimentando, porque Berlín es uno de esos sitios en los que a cualquiera le encantaría dejarse morir.

Psss. Me han dicho que al otro lado del muro hay otro mundo.

2 comentarios:

  1. Me está gustando tu blog. Voy a leerlo habitualmente y morirme de envidia cada vez que lo haga :).

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  2. Graciñas, Felipe.

    La verdad, no tienes por qué morirte de envidia. Es una oportunidad increíble para cualquiera, y eso te incluye. Y ni siquiera sería perder un año, si te lo buscas bien, es posible venir a hacerlo a, por ejemplo, Alemania mientras trabajas en una empresa. Puntazo para el CV, claro.

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